Thunderbolts* es una sorpresa, incluso para gente que le tenía fe como yo, también lo fue para la crítica y es un ventarrón de aire fresco que renueva el MCU de cara al futuro.

Cuando se planteó por primera vez la posibilidad de una película sobre los Thunderbolts* creo que fui la única tanto de mi círculo de amigos como de otros círculos más cinéfilos que vio con buenos ojos esta adición al universo Marvel.

La gente que me conoce sabe que el MCU es una saga que me apasiona, aunque nunca he sido lectora de cómics, pero es un hecho que la historia “se desinfló” después del cierre que le daba Avengers: Endgame. Y no es que las películas que salieron tras ese evento cinematográfico hayan sido malas de por sí, de hecho, hay muy buenas historias, sobre todo en formato serie de televisión, sino que se siente como el temido “anticlímax” que tantos autores tememos cuando estamos terminando una historia. A veces cerrar con un final digno es lo más complicado (sí, a ti te hablo Game of Thrones) o no saber cuando poner el punto final.

Bucky, Red Guardian, Ava Starr y John Walker por las calles de Nueva York.

Sebastian Stan, David Harbour, Wyatt Russell, Hanna John-Kamen

Con Thunderbolts*, a diferencia de otras entregas del MCU post Endgame, no había nada que perder (más que plata obviamente), este grupo de antihéroes de corte secundario (y terciario en algunos casos) tendría una tibia recepción y no se esperaba demasiado de ella y no dañaría mayormente la marca de Marvel, que ya estaba de capa caída.

Sin embargo, esta vez lo que nos estaban presentando era una película con mucha alma que logró lo impensado: que nos sintiéramos identificados por este grupo de personajes. Desde las primeras críticas se sintió una diferencia respecto a lo que sucedía con otras entregas y, aunque la historia del grupo dispar de personajes que termina trabajando juntos la hemos visto muchas veces, incluso en el mismo MCU, esta vez hay algo más, algo que es difícil de hacer, sobre todo en producciones como esta: alma.

El guion es capaz de hacernos sentir la tridimensionalidad de los personajes y, como en toda buena historia, se centra completamente en ellos, en sus luchas internas y sus culpas, tienen poderes, pero no muchos y son extremadamente vulnerables ante los sucesos que los persiguen y los desafíos a los que se enfrentan, humanizándolos y nos obliga a empatizar y preocuparnos por quien vive y quien muerte, porque, después de todo, la audiencia también sabe que estos son personajes fácilmente descartables y que todo puede pasar.

Las actuaciones son muy buenas, los actores todos muy carismáticos y la cinta es efectiva en mantenerte al borde del asiento con escenas de acción bien logradas, pero donde más brilla la película es cuando escarba en los conflictos internos de cada uno de los personajes, cuando los vemos vulnerables, todo aunado por un score maravilloso de Son Lux, banda de música experimental estadounidense nominados al Óscar por la banda sonora de Todo en todas partes al mismo tiempo.

Thunderbolts en la escena del ascensor

Florence Pugh, David Habour, Wyatt Russell, Hanna John Kamen y Sebastian Stan

Otro aspecto que quiero destacar y creo que aquí radica también la manera positiva en que el público ha percibido esta película, es cómo trata las enfermedades mentales, la soledad que lleva a la depresión y otros trastornos, representado por un vacío que se lo traga todo, que contamina todo, como una oscuridad profunda de la que es muy difícil salir y cómo nos transforma como personas, como cambia nuestra percepción de las cosas, las personas y los problemas, pega fuerte, sobre todo a aquellos que hemos sufrido episodios de depresión en algún momento de nuestras vidas. No sé si he visto tan bien representada la depresión en alguna otra película palomitera y sólo eso ya paga el precio de la entrada.

Thunderbolts* es una sorpresa para el público, sin dudas, incluso para gente que le tenía fe como yo, también lo fue para la crítica y es un ventarrón de aire fresco que renueva el MCU de cara al futuro, además, es un puntapié inicial para la nueva forma de hacer películas de superhéroes que prioriza calidad frente a la cantidad de entregas, que es algo que Marvel entendió hace poco, pero que puede sacarlos del abismo en el que se encontraban.