Desde que en marzo de este año se anunció que el cuento Kilómetro 27, de la autoría de su humilde servidora, era uno de los ganadores del respetado Concurso Nacional de Cuentos Teresa Hamel en su edición 2010 que un orgullo sin límites se acentó en mi corazón, pero más que orgullo por el premio en si mismo fue el orgullo por haber sido capaz de dar el primer paso hacia aquel sueño que me permite hacer lo que más amo: escribir, sino que es el sueño que me mantiene viva y me permite levantarme cada mañana. Escribir para mí es como respirar, es un proceso íntimo y muy personal y sentir que aquel pequeño y humilde mundo que pude plasmar en el papel haya sido reconocido en un concurso donde se compite codo a codo tanto con autores de renombre como autores emergentes me llena de satisfacción y de algo de alivio debo decir. Alivio porque me dice que aquello que suelo vomitar sobre el papel (o sobre el teclado de mi notebook mejor dicho) podría llegar a gustarle a otro ser humano. Siempre he dicho que ese no es mi propósito y que escribo para mí, pero el reconocimiento de este premio tan prestigioso no solo me da la posibilidad de mostrar aquello que hago sino que de seguir haciéndolo, es un empuje, una especie de «vuelito» para seguir adelante.

El 20 de diciembre de 2011 en la Casa del Escritor en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile se realizó la ceremonia de premiación de los 10 ganadores de este certamen ante los ojos de nuestros familiares y amigos fuimos reconocidos por eminencias del género e invitados a seguir participando activamente en el mundo literario.

Lo que más me enorgullece es haber podido participar con un cuento de un género popular y hermoso pero raramente premiado: la ciencia ficción y esto es un empuje para todos aquellos que quieran atreverse con este género incomprendido en nuestro país pero que está tomando gran fuerza con producciones independientes de cine, novelas gráficas y por supuesto la literatura.

Este escrito no es solo para contarles lo sucedido, sino que para agradecerles a todos y cada uno de los que me han apoyado en este largo e interminable camino del escritor, en un país donde las artes no son valoradas. Este apoyo brindado me da la fuerza para seguir adelante, para creer en que puedo hacer aquello que amo y seguir produciendo. Quiero agradecer a cada una de las personas, familiares y amigos, por sus palabras y su buena onda y por supuesto a mi manager y compañero de vida por su invaluable ayuda sin la cual ese momento tan especial no hubiese sido posible.

Gracias a todos y espero poder seguir trayendo un poco de alegría y diversión con mis humildes historias y buenas noticias para el futuro.