2 años. 730 días. El mundo que existía antes solo parece un sueño: el mundo en el que existías, el mundo en el que eras.

Casi ya no puedo recordar cómo se sentía, cuando era normal saber cosas tuyas, cuando era normal esperar la magia que salía de ti, cuando era normal saber que estabas en el mundo, que existía la remota posibilidad de mirarte a los ojos, de escuchar tu risa, tu voz, tu canto.

Pero esa risa, y esa voz, y ese canto se extinguieron, y esos ojos negros como el mismísimo infinito ya no pueden ver. Ese mundo, el mundo en el que existías ya no existe, al igual que tú. Pero no solo se ha extinguido en la realidad, sino que poco a poco desaparece del recuerdo y se vuelve algo lejano, intocable, inalcanzable, casi de otra vida, de otra persona.

La memoria es débil e ingrata, se desvanece sobreescrita por el día a día, por los recuerdos nuevos que no te incluyen, por las nuevas notas musicales, las nuevas voces , los nuevos rostros. Y los llantos cesan, las lágrimas se secan, las sonrisas reaparecen y la vida sigue, el mundo sigue sin ti, y eso es lo que más duele. Duele porque no había otra solución, porque no había otra opción más que seguir adelante. Y en días como esto la mente, mi mente intenta buscarte con desesperación, encontrarte de alguna u otra forma y solo encuentra vacío, el vacío que dejaste, el vacío que no puede ser llenado, que nunca será llenado. Y paradójicamente en ese vacío existes, porque es la prueba tangible de tu paso por esta tierra, es la comprobación de que eras real y no solo un ángel que inventamos para hacer más bello el camino.

En días como hoy te busco, debajo de todo eso, bajo capas y capas de días nuevos, de recuerdos nuevos, de cariños nuevos, debajo de todo eso está tu incólume presencia, esa  imagen idealizada del hombre que fuiste. Sin embargo si busco al hombre, al verdadero hombre que solías ser no lo encuentro, ya no existe, fue reemplazado por tu ideal, por aquel ser sin errores, por aquel ser perfecto. Y da miedo, da miedo entender que no estás ahí, que la esencia que yo amaba ha partido y solo vive en mi interior, en mis borrosos e ingratos recuerdos a los que me aferro día a día pero que desaparecen, como el humo entre los dedos.

Y es que yo no quiero tu perfección, quiero tus errores, tus fallas más profundas, porque esas te hacen humano, te dan vida, te acercan. Me aferro a todas tus fallas, a tus equivocaciones, a tus miedos y malos recuerdos casi con desesperación, me aferro para no olvidarlos, para no olvidar aquel mundo donde estabas vivo, donde cada una de tus sonrisas eran fruto de todos tus más desgarradores llantos, donde cada uno de tus grandes logros surgían de tus más brutales fracasos, me aferro a ese mundo donde desde tus ojos aún podían brotar las lágrimas, donde desde tu boca aún podían brotar gritos, donde tu corazón latiendo aún podía albergar odio. Toda esa parte oscura que todo los seres humanos tenemos y que tú también tenías eran las barreras que saltaste para engrandecerte, para sobrepasarlas y convertirte en un ser humano íntegro como siempre fuiste. Todas estas maravillosos defectos se han olvidado y yo, aunque trato de aferrarme a ellos para nunca olvidar que estuviste vivo entre nosotros, a veces siento que estoy perdiendo la batalla. Quiero seguir sintiendo que hubo un momento en que tú y yo respiramos el mismo aire y miramos la misma Luna. Pero ya no eres humano, eres un ángel, una estrella más en el firmamento, una luz brillante en la oscuridad que reina, pero no humano.

Y yo sigo luchando mi incansable batalla para que aquella imagen que el mundo ha construido de ti hoy, esa idealizada imagen de héroe, no reemplace a la que yo tengo en mi corazón, que no reemplace al hombre que amé en mi corazón. Pero no se puede mantener vivo a los muertos, hay que dejarlos partir, hay que resignarse a que se conviertan en estrellas imperecederas, inmutables y perfectas.

Y talvez esa sea la única forma de tenerte, de sentir que estás aquí, quizás para volver a tenerte en mi vida deba mirar el cielo y contentarme con la estrella que brilla más fuerte que las demás desde aquel 25 de junio, quizás no moriste, quizás solo te convertiste en un ángel sin las cadenas de la carne que te amarraban a esta tierra, quizás no te haya perdido, sino que es una nueva forma de tenerte y deba aprender a amarte ahora como te amé en el pasado.

25 de Junio de 2011